Piratas del Caribe, el eje de la esperanza
Tariq Ali
Buenos Aires, mayo de 2007
272 pág. 23 x 16 cm
ISBN 978-987-21734-6-3
Ver Reseña en Rebelión
Tariq Ali
Buenos Aires, mayo de 2007
272 pág. 23 x 16 cm
ISBN 978-987-21734-6-3
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Hugo Chávez en conversación con Tariq
Alí
“Después de
la conmoción inicial, estaba seguro de que el golpe no podía tener éxito. Una
vez que mi hija hizo correr el mensaje de que yo no había ‘renunciado’ sino que
había sido destituido por un golpe antidemocrático traicionero, era sólo una
cuestión de tiempo. Pero debo decirte que estaba más preocupado durante la
huelga porque ahí no estaba en riesgo mi persona sino los pobres de Venezuela,
el pueblo del que dependíamos para nuestro apoyo. La oposición estaba diciendo abiertamente
que los jóvenes de los barrios de emergencia, desempleados y furiosos, se
alzarían en contra nuestra si se los privaba de cerveza. Por supuesto que
esperaban que el pueblo se rebelara y aceptara el precio que se les pedía para
volver a la normalidad. El pueblo venezolano ya ha pagado demasiado por lo que
se ha hecho en su nombre.
Dos factores contribuyeron a sostener mi moral. El primero era el apoyo que manteníamos en el país. Recuerdo que un día me harté de estar sentado en este lugar. Decidí ir a los barrios en los cerros y, con un guardia y dos camaradas, conduje hasta allí para escuchar a la gente y respirar un aire mejor. La respuesta me conmovió enormemente. Una mujer se acercó hasta mí y me dijo: ‘Chávez, sígueme, quiero mostrarte algo’. La seguí hasta su ranchito. Adentro del cuarto, sus hijos y su marido estaban esperando que se hiciera la sopa. ‘Mira lo que estoy usando de combustible’, me dijo. ‘El respaldo de nuestra cama. Mañana quemaré las patas; pasado, la mesa; después, las sillas y las puertas. Vamos a sobrevivir, ¡pero no te rindas ahora, muchacho!’. Mientras me marchaba, los chicos del barrio vinieron y me estrecharon las manos. ‘Nosotros podemos vivir sin cerveza. Tú asegúrate de joder a estos...’. La gente estaba muy enojada, pero sabía quién era el responsable, y estábamos recibiendo informes similares desde todo el país. Las clases medias se hicieron mucho daño con esa huelga”.
Dos factores contribuyeron a sostener mi moral. El primero era el apoyo que manteníamos en el país. Recuerdo que un día me harté de estar sentado en este lugar. Decidí ir a los barrios en los cerros y, con un guardia y dos camaradas, conduje hasta allí para escuchar a la gente y respirar un aire mejor. La respuesta me conmovió enormemente. Una mujer se acercó hasta mí y me dijo: ‘Chávez, sígueme, quiero mostrarte algo’. La seguí hasta su ranchito. Adentro del cuarto, sus hijos y su marido estaban esperando que se hiciera la sopa. ‘Mira lo que estoy usando de combustible’, me dijo. ‘El respaldo de nuestra cama. Mañana quemaré las patas; pasado, la mesa; después, las sillas y las puertas. Vamos a sobrevivir, ¡pero no te rindas ahora, muchacho!’. Mientras me marchaba, los chicos del barrio vinieron y me estrecharon las manos. ‘Nosotros podemos vivir sin cerveza. Tú asegúrate de joder a estos...’. La gente estaba muy enojada, pero sabía quién era el responsable, y estábamos recibiendo informes similares desde todo el país. Las clases medias se hicieron mucho daño con esa huelga”.