El lado oscuro del imperio


El lado oscuro del imperio
La violación de los derechos humanos por los Estados Unidos
Atilio A. Boron y Andrea Vlahusic
Buenos Aires, octubre de 2009
112 páginas, 23 x 16 cm
ISBN 978-987-24286-8-6


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El arrollador triunfo de Barack Obama y la fenomenal puesta en escena hollywoodense de su jura como presidente de los Estados Unidos no sólo sirvió para que la atención de la prensa mundial se concentrara obsesivamente sobre su figura y los fastos de la transmisión del mando –eclipsando por completo el genocidio que Israel perpetrara en Gaza aprovechando los últimos días del mandato de George W. Bush–; también sirvió para dar pie a un verdadero aluvión de noticias y conjeturas periodísticas que profetizaban el inicio de una nueva era. En esos días era evidente que gran parte del planeta había sido poseída por la “obamamanía”, una enfermedad infantil que periódicamente ataca a adultos “bienpensantes” siempre deseosos de descubrir al joven héroe de la película que llegará para poner fin a las tantas injusticias de este mundo, evitando así que ellos deban preocuparse por modificar siquiera en un ápice la sociedad capitalista. Quienes leyeran o escucharan a algunos de estos afiebrados propagandistas del imperio podrían fácilmente llegar a la conclusión de que a las conocidas grandes etapas en la historia de la humanidad (ciertamente construidas desde una perspectiva insanablemente eurocéntrica), a saber: antigüedad, medioevo, moderna, Revolución Francesa, Revolución Rusa y época contemporánea, debería agregarse ahora la nueva era abierta por el ingreso de Obama a la Casa Blanca. ¿Será efectivamente así? ¿Cuán razonable y certero es este pronóstico? […]
El libro que el lector tiene en sus manos versa sobre las sistemáticas y gravísimas violaciones a los derechos humanos perpetradas por el gobierno de Estados Unidos tanto dentro de su territorio como en el exterior. A lo largo de sus páginas hemos procurado demostrar (y esperamos haberlo hecho persuasivamente) que, más allá de los rasgos idiosincrásicos que el ocupante de la Casa Blanca le otorga a la política del imperio, esta obedece a determinantes estructurales que de ninguna manera son cancelados o anulados por la personalidad del presidente de turno. Los valores a los cuales este adhiere pueden ser más o menos favorables a la justicia, la libertad y la democracia, como lo prueban los casos de John F. Kennedy o James Carter, pero de ninguna manera alcanzan para neutralizar o mucho menos para revertir el peso de los determinantes estructurales de la política del imperio.